¡Por fin ha aparecido en la historia el famoso bálsamo de Fierabrás!
Hay dos cosas que me llaman mucho la atención: la primera es la cantidad de barbaridades que dice el Quijote (que si el moro de no sé qué, el encantamiento de no sé cuántos...) y Sancho que se las cree. Y la segunda es el enorme amor propio que se tiene el Quijote a sí mismo porque está continuamente alabándose, nombrándose como el mejor de los mejores y echaándose flores, aunque acabo de leer, lo cual me ha sorpendido mucho, a él mismo admitiendo este hecho.
Por otra parte, me ha gustado cómo, en el capítulo XIV, la pastora Marcela se defiende a sí misma.
Andrea O. 1º de Bachillerato